Los que seguimos las redes sociales de Isabel Ramos Romo (especialmente Instagram) sabemos de esos experimentos con uno mismo que disfruta a manera de maquillaje. La ilustradora originaria de Chihuahua pinta sobre el único lienzo que vale la pena hacerlo, su cara.
Isabel traza líneas y figuras en su cara como queriendo ser el tiempo. Es así como logra, con pintura y paciencia, saludar al mundo con una impronta de su verdadero rostro. Suave y cruel, real y surreal, sorprendente y burlesco, nocturno y diurno, usual e inusual; Isabel se convierte en Ferdinand Griffon, pintándose la cara de azul mientras habla por teléfono.
Nuestro vino, al igual que los muchos rostros de Isabel es neto y con estas etiquetas intentamos mostrar que, pese a que nos pintamos la cara distinto de vez en cuando, seguimos siendo el mismo vino delicioso que nos gusta ser. Nomás lo que es.
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